lunes, 17 de agosto de 2015


IN MEMORIAM



10 años...




El 16 de agosto de 2005, una pareja de helicópteros Cougar del BHELMA IV del Ejército de Tierra volaba a gran velocidad y a ras de suelo sobre territorio afgano en un ejercicio táctico de transporte de efectivos de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable cuando, cerca del poblado de Casma Khani a unos 25 kms al sur de su base en Herat, Afganistán, se disponían a remontar un promontorio. Pasaban pocos minutos de las 11:00 de la mañana cuando ante la pregunta de cómo iba el vuelo por parte del helicóptero que iba detrás (ET-651), el líder (ET-657) respondió con un simple “cojonudo”. Tras descrestar el promontorio y tan solo 7 segundos después de recibirse esta comunicación, el Cougar que iba en retaguardia vio una enorme columna de humo, por lo que inició una maniobra evasiva que terminó en un aterrizaje de emergencia quedando el helicóptero encajado en una vaguada. Inmediatamente sus ocupantes realizaron un perímetro defensivo, pero al intentar contactar con sus compañeros del primer helicóptero nada pudieron hacer. Sus 17 ocupantes habían fallecido.
Trayectoria del ET-657 desde el descreste hasta el lugar del impacto. Foto de mde.es





Sus nombres eran:


De las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (FAMET)

Capitán David Guitard Fernández
Brigada Juan Morales Parra
Sargento Alfredo Francisco Joga
Soldado Pedro Fajardo Cabeza
Soldado José Manuel Moreno Enríquez


De la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable (BRILAT)

Teniente Javier González Hernández
Sargento José González Bernardino
Cabo Daniel Abreu Fernández
Soldado Diego González Blanco
Soldado Diego Prado López
Soldado Isaac Calvo Piñeiro
Soldado Jesús Casal Rivera
Soldado José Antonio Martínez Parada
Soldado Iván Vázquez Núñez
Soldado Gonzálo Casalderrey Nazaga
Soldado Pedro San Marín Pereira
Soldado Pablo Iglesias Sánchez


No ajeno a la polémica sobre si se trató de un derribo o un accidente, pese a que oficialmente se quedó en esta última posibilidad en base a la altura, velocidad y el fuerte viento de 37 km/h que había en el momento de la caída del aparato, en diciembre de ese año en una visita del entonces Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se dedicó una lápida y se plantaron 17 árboles en memoria de los fallecidos. Aquella lápida tenía un escueto mensaje que decía:
«En memoria de nuestros compañeros
muertos en accidente de helicóptero
el día 16 de agosto de 2005.
Que la sangre española
que riega esta tierra haga germinar
la semilla de la paz para el pueblo afgano.
Casma Khani,
19 de diciembre de 2005»




Hay que destacar que en todo momento la población civil de la cercana aldea colaboró desinteresadamente y fue de gran ayuda, tanto cuando cayó el helicóptero como a la hora de plantar estos árboles, siendo los propios niños afganos los que cavaron los hoyos de los mismos.
Para abril de 2006, en otra visita del ministro de Defensa, los españoles ya habían construido un muro cercando los árboles para darles una oportunidad a los mismos con el terrible clima afgano… Pero ya no hubo más visitas oficiales, y el habitual olvido con el que históricamente premian las autoridades de nuestro país a sus fieles servidores no iba a ser una excepción para estos 17 compatriotas fallecidos en tierras tan lejanas, recibiendo únicamente la ocasional visita de sus compañeros para los que siempre quedarán en el recuerdo.



Pero en agosto de 2013, cuando la unidad iba a ser definitivamente replegada, otra pareja de Cougar del mismo BHELMA IV quiso rendir su particular homenaje sobrevolando la zona, hoy llamada “Punto COPERO” en honor a la población de Sevilla donde está basada la unidad de los fallecidos. A bordo iba el fotógrafo civil Francisco Francés Torrontera, quien tomó una fotografía en el mismo momento que pasaban sobre el cercado con esos 17 maltrechos árboles. Y ahí fue cuando les llamó la atención que un afgano anónimo les saludaba desde dentro del cercado. Los españoles devolvieron el saludo pero no sin preguntarse qué pintaba el hombre ese ahí. Al estudiar la fotografía tras regresar a la base se resolvió el misterio. Ese afgano anónimo, acompañado de un niño y una niña que también saludaba al helicóptero y bajo el sol abrasador del mediodía afgano, estaba llevando agua desde un arroyo cercano para regar aquellos 17 árboles que representaban a aquellos 17 fallecidos. Sin quererlo, estaba dando una lección de respeto y humildad a aquellos –nuestros- dirigentes que pagaban el sacrificio con el olvido, pero a diferencia de estos, sin esperar nada a cambio. Ni siquiera la fotografía del puñado de votos.
Cuando alguien es bueno, no importa ni el color de su piel, ni el idioma que hable, ni la religión que profese, ni... simplemente hace lo que hace porque le sale del corazón. Vaya mi respeto y gratitud a ese afgano anónimo, y a esas criaturas que espero que hayan podido salir adelante en su infortunado país.

Descansen en paz.
La famosa foto de Francisco Francés Torrontera y el detalle:




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